jueves, 12 de noviembre de 2020

Dos parábolas sobre Dios Creador y su creación

 

Dios está dando el ser a todas las cosas, a cada instante.

1.a. La parábola de “El ventilador”.

            Si yo enchufo un ventilador, el ventilador comienza a moverse. Si lo desenchufo, deja de moverse, pero no deja de existir.

            Esto es así, porque la electricidad sólo es causa del movimiento del ventilador, pero no de su existencia. La existencia del ventilador depende de otras causas –como los materiales de que está compuesto, etc.– todas cosas que no son la electricidad. Y por eso el ventilador sigue existiendo, a pesar de que lo desenchufemos.

 

1.b. La parábola de “El manantial y la laguna”.

            En un bello paraje, había una hermosa laguna. Gracias a ella verdeaban los juncos, florecían las plantas, bebían los animales y se arremolinaban los pájaros en las copas de los árboles frondosos.

            Pero esta laguna no existía por sí misma: su agua procedía de un manantial ubicado en las alturas de las montañas lejanas. Nadie se daba cuenta de la relación existente entre aquel manantial y esta laguna, pues el agua llegaba a la laguna por un arroyo subterráneo, invisible a los ojos humanos.

            Pero, a pesar de ser invisible, la relación entre el manantial y la laguna es real: si el manantial dejara de fluir, la laguna dejaría de existir.

 

2. Explicación de las parábolas.

            No siempre encontramos entre los cristianos una comprensión cristiana de la relación entre Dios y su creación. Muchos cristianos tienen una concepción en la cual Dios sería como un gran relojero: Dios crea todo, lo arma todo, le “da cuerda” a su creación –como el relojero a su reloj– y el universo queda andando, independientemente de Dios.

            Pero esta concepción no es cristiana. Lo que el cristianismo nos enseña es que Dios está dando el ser a cada cosa, a cada instante. Todo lo que existe depende radicalmente de Dios, para seguir existiendo. Dios sostiene en el ser, misteriosamente –es decir, invisible y realmente– a todo lo que existe, a cada momento.

            El principio metafísico que expresa esto, dice así: “un efecto depende de su causa, en todos aquellos niveles en los cuales la causa funciona como tal.” Parece difícil de entender, pero no lo es. Para ilustrarlo nos sirve la parábola anterior.

            El ventilador depende de la electricidad como causa de su movimiento, pero no de su existencia. Por eso, si lo desenchufamos deja de moverse pero no deja de existir. Dicho con las mismas palabras del principio expresado anteriormente: “el ventilador depende de la electricidad, en el nivel del movimiento, nivel en el cual la electricidad funciona como causa.” Pero “el ventilador no depende de la electricidad en el nivel de la existencia, nivel en el cual la electricidad no funciona como causa.”

            Pasemos ahora de los ejemplos a las realidades: Dios es nuestra causa a todo nivel, pues es el Creador de todo lo que somos y tenemos. Si nos “desenchufáramos” de Dios no sólo dejaríamos de movernos –como el ventilador– sino que dejaríamos de existir.

            Gracias a Dios, los enchufes están de su lado y no del nuestro, por eso no podemos desenchufarnos de Dios: Él nos dio, nos da y nos dará el ser, por siempre.

 

            La parábola del “El manantial y la laguna”, por su parte, quiere recalcar la relación real de dependencia en el ser, que hay entre nosotros –pequeñas expresiones del ser– y el “Manantial Infinito y Eterno del Ser y de la Vida”, que es Dios.

            Pues de modo semejante a como la laguna existe gracias al manantial, pues éste le comunica algo de su caudal; también nosotros existimos porque Dios nos da el ser.

Y así como el vínculo entre la laguna y el manantial es invisible pero real –tan real que sin ese vínculo la laguna dejaría de existir–; de modo semejante nosotros estamos permanentemente unidos con Dios, que es el “Manantial del Ser” y –sin esta unión con Él– desapareceríamos.

                                                                                

Tomado del libro “Parábolas fáciles sobre temas difíciles”,  de Jorge Fazzari,

Buenos Aires, Editorial Claretiana, 2004.

 

 

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