Dios está dando el ser a todas las cosas, a cada instante.
1.a. La parábola de “El ventilador”.
Si yo enchufo un ventilador, el
ventilador comienza a moverse. Si lo desenchufo, deja de moverse, pero no deja
de existir.
Esto es así, porque la electricidad sólo
es causa del movimiento del ventilador, pero no de su existencia. La
existencia del ventilador depende de otras causas –como los materiales de que
está compuesto, etc.– todas cosas que no son la electricidad. Y por eso el
ventilador sigue existiendo, a pesar de que lo desenchufemos.
1.b. La parábola de “El manantial y la laguna”.
En un bello paraje, había una
hermosa laguna. Gracias a ella verdeaban los juncos, florecían las plantas,
bebían los animales y se arremolinaban los pájaros en las copas de los árboles
frondosos.
Pero esta laguna no existía por sí
misma: su agua procedía de un manantial ubicado en las alturas de las montañas
lejanas. Nadie se daba cuenta de la relación existente entre aquel manantial y
esta laguna, pues el agua llegaba a la laguna por un arroyo subterráneo,
invisible a los ojos humanos.
Pero, a pesar de ser invisible, la
relación entre el manantial y la laguna es real: si el manantial dejara de
fluir, la laguna dejaría de existir.
2. Explicación de las parábolas.
No siempre encontramos entre los
cristianos una comprensión cristiana de la relación entre Dios y su creación.
Muchos cristianos tienen una concepción en la cual Dios sería como un gran
relojero: Dios crea todo, lo arma todo, le “da cuerda” a su creación –como el
relojero a su reloj– y el universo queda andando, independientemente de Dios.
Pero esta concepción no es
cristiana. Lo que el cristianismo nos enseña es que Dios está dando el ser a
cada cosa, a cada instante. Todo lo que existe depende radicalmente de Dios,
para seguir existiendo. Dios sostiene en el ser, misteriosamente –es decir,
invisible y realmente– a todo lo que existe, a cada momento.
El principio metafísico que expresa
esto, dice así: “un efecto depende de su causa, en todos aquellos niveles en
los cuales la causa funciona como tal.” Parece difícil de entender, pero no lo
es. Para ilustrarlo nos sirve la parábola anterior.
El ventilador depende de la
electricidad como causa de su movimiento, pero no de su existencia. Por eso, si
lo desenchufamos deja de moverse pero no deja de existir. Dicho con las mismas
palabras del principio expresado anteriormente: “el ventilador depende de la
electricidad, en el nivel del movimiento, nivel en el cual la electricidad
funciona como causa.” Pero “el ventilador no depende de la electricidad
en el nivel de la existencia, nivel en el cual la electricidad no
funciona como causa.”
Pasemos ahora de los ejemplos a las
realidades: Dios es nuestra causa a todo nivel, pues es el Creador de
todo lo que somos y tenemos. Si nos “desenchufáramos” de Dios no sólo
dejaríamos de movernos –como el ventilador– sino que dejaríamos de existir.
Gracias a Dios, los enchufes están de su lado
y no del nuestro, por eso no podemos desenchufarnos de Dios: Él nos dio, nos da
y nos dará el ser, por siempre.
La parábola del “El manantial y la
laguna”, por su parte, quiere recalcar la relación real de dependencia en el
ser, que hay entre nosotros –pequeñas expresiones del ser– y el “Manantial
Infinito y Eterno del Ser y de la Vida”, que es Dios.
Pues de modo semejante a como la
laguna existe gracias al manantial, pues éste le comunica algo de su caudal;
también nosotros existimos porque Dios nos da el ser.
Y así
como el vínculo entre la laguna y el manantial es invisible pero real –tan real
que sin ese vínculo la laguna dejaría de existir–; de modo semejante nosotros
estamos permanentemente unidos con Dios, que es el “Manantial del Ser” y –sin
esta unión con Él– desapareceríamos.
Tomado
del libro “Parábolas fáciles sobre temas difíciles”, de Jorge Fazzari,
Buenos
Aires, Editorial Claretiana, 2004.
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