Marcos generales de la
respuesta cristiana.
1. El “principio de
comunión” (a imagen de la
Trinidad): la idea es conjugar los distintos aspectos buenos de la realidad,
manteniendo la unidad en la diversidad. Sin caer ni en la uniformidad, ni en la
división.
2) El “principio de
encarnación” (a imagen de Cristo): todo lo humano verdadero y bueno es asimilable al
Cristianismo, pues “la Palabra
se hizo carne y habitó entre nosotros” (Jn 1,14), haciéndose semejante a los
hombres en todo, menos en el pecado (cf. Hb 4,15). De aquí se deriva la
evangelización de la cultura, y la “inculturación” del Evangelio. Se produce
así una coordinación subordinada, que pone en comunión lo natural y lo
sobrenatural (a ejemplo de lo divino y lo humano en Cristo).[1]
3) La visión de la realidad
“optimista-pesimista-optimista”: tenemos un optimismo fundamental que afirma que todo lo que Dios ha
creado es “bueno... muy bueno” (Gn 1, 4.10.12.18.21.25.31). Pero no somos
ilusos: sabemos que el mal existe y tiene efectos destructivos (Gn 3ss); no
obstante, mantenemos un optimismo final, basado en la Palabra de Dios, que nos
revela que la historia tiene un final glorioso (Ap 21-22).
Rasgos de la modernidad.
1) Antropocentrismo:
el hombre como centro del universo, sin referencia a Dios. El “superhombre”. La
“muerte de Dios”.
2) Individualismo.
3) Racionalismo:
confianza ilimitada en las posibilidades de la inteligencia humana para controlar
la realidad, incluso las