lunes, 14 de noviembre de 2016

Las Iglesias que los Apóstoles nos dejaron

El siguiente vínculo envía a un libro importante. Ténganlo en cuenta antes de cursar Misterio y Misión de la Iglesia, en tercer año.
Raymond Brown - Eclesiología bíblica

viernes, 14 de octubre de 2016

Cuestión 20: Modernidad, “posmodernidad” y cristianismo: respuestas cristianas a la “posmodernidad”.


Marcos generales de la respuesta cristiana.

1. El “principio de comunión” (a imagen de la Trinidad): la idea es conjugar los distintos aspectos buenos de la realidad, manteniendo la unidad en la diversidad. Sin caer ni en la uniformidad, ni en la división.
2) El “principio de encarnación” (a imagen de Cristo): todo lo humano verdadero y bueno es asimilable al Cristianismo, pues “la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros” (Jn 1,14), haciéndose semejante a los hombres en todo, menos en el pecado (cf. Hb 4,15). De aquí se deriva la evangelización de la cultura, y la “inculturación” del Evangelio. Se produce así una coordinación subordinada, que pone en comunión lo natural y lo sobrenatural (a ejemplo de lo divino y lo humano en Cristo).[1]
3) La visión de la realidad “optimista-pesimista-optimista”: tenemos un optimismo fundamental que afirma que todo lo que Dios ha creado es “bueno... muy bueno” (Gn 1, 4.10.12.18.21.25.31). Pero no somos ilusos: sabemos que el mal existe y tiene efectos destructivos (Gn 3ss); no obstante, mantenemos un optimismo final, basado en la Palabra de Dios, que nos revela que la historia tiene un final glorioso (Ap 21-22).


Rasgos de la modernidad.

1) Antropocentrismo: el hombre como centro del universo, sin referencia a Dios. El “superhombre”. La “muerte de Dios”.
2) Individualismo.
3) Racionalismo: confianza ilimitada en las posibilidades de la inteligencia humana para controlar la realidad, incluso las 

Cuestión 18: La materia ¿lo explica todo?: el big bang y la teoría de la evolución.



1. La crisis del concepto de materia. Las investigaciones de la física contemporánea han revelado que la estructura de lo real-visible es tan heterogénea y compleja, que es irreductible a una sola forma de realidad (más bien homogénea), que es lo que se intentaba designar con el nombre de “materia”. Pues, además de las partículas clásicamente conocidas, hay “redes de interacciones mutuas... campos de fuerza... el marco global del espacio-tiempo... y se siguen descubriendo no sólo nuevas partículas, sino nuevos tipos de fuerzas, aparentemente irreductibles a las hasta ahora conocidas”.[1]
   Las definiciones de materia que se han pretendido sostener en la actualidad, son bastante poco sólidas: “materia es todo lo que tiene cualquiera de las propiedades que la ciencia atribuye a las cosas” (M. A. Quintanilla), que es más o menos 

Cuestión 17: Dios y el problema de la existencia del mal.



   El problema más agudo que nos suelen presentar las personas que no creen –y también algunos creyentes– es: “Si Dios es tan bueno ¿por qué permite que pasen tantas cosas malas?”.
            La respuesta que nos da la Palabra de Dios es muy clara al respecto, y la podríamos sintetizar en las siguientes afirmaciones:
1. Dios no quiere ni causa el mal (ver Génesis 6, 5; Job 34, 10-12; Santiago 1, 12-18; Catecismo 214-221 y 309-311).
2. Dios crea un mundo ordenado y bueno (ver Génesis 1-2; Catecismo 299 y 374-379).
3. Dios crea al hombre realmente libre. Y esto es bueno (ver Deuteronomio 30, 15-20; Eclesiástico 15, 11-20; Catecismo 306-308 y 1730-1742).
4. Dios quiere que el hombre haga fructificar su libertad para el amor y la comunión (ver Mateo 5 al 7; Catecismo 1822-1829).
5. Cuando el hombre dirige su libertad hacia el mal:
5.1. Dios no anula la verdadera libertad que otorgó al hombre. Y esto es bueno.
5.2. Dios sabe sacar bienes de estos males que el hombre causa. Y esto es bueno (ver Romanos 8, 28... ¡Y la Pasión y Resurrección de Jesús!; Catecismo 312-314).
6. Solamente corre el riesgo de un mal definitivo –la condenación eterna–, quien se haya dedicado a perseverar en hacer el mal (ver Mt 7, 13-14; Catecismo 1033-1037).
7. Porque Dios nos asegura un final de felicidad eterna para quien haya optado por el bien (ver Mateo 25, 31-46; 1023-1029 y 1042-1050).

Hago notar que en estas 7 afirmaciones sintéticas evito usar expresiones que incluyan el verbo 

Cuestión 16: Sobre las riquezas del Vaticano.



   Las siguientes reflexiones pretenden iluminar el cuestionamiento que se hace a veces a “las riquezas del Vaticano”.

   1. La perspectiva económico-solidaria. En primer lugar, hay que preguntarse si vender todo lo que hay en el Vaticano para asistir a las personas más necesitadas es bueno para las mismas personas necesitadas. ¿Por qué? Porque si se vende todo lo que hay en el Vaticano –cuando se acabe lo producido por esa venta– ya no se las podrá ayudar más. En cambio, si se conservan esos bienes –que producen una entrada permanente de dinero: las entradas del Museo Vaticano; las estampillas del Correo Vaticano, etc.– se puede seguir ayudando por un tiempo ilimitado. Dicho en números: si yo vendo algo en $ 5000 y lo reparto, ya no me queda nada. Si yo lo conservo y, cada año recaudo $ 500, puedo ayudar permanente; y cada diez años sumo los $ 5000 que

Cuestión 13.3: Magisterio de la Iglesia



1. Textos sobre el tema.

1.1. Leer Catecismo 85-88.

1.2. Código de Derecho Canónico, cánones 749 y 750, incluido el inciso 2 del canon 750, según la nueva formulación introducida por Juan Pablo II, Motu Proprio “Ad tuendam fidem”, 18 de mayo de 1998. El texto dice:

749      1. En virtud de su oficio, el Sumo Pontífice goza de infalibilidad en el magisterio cuando, como supremo Pastor y Doctor de todos los fieles, a quien compete confirmar a sus hermanos en la fe, proclama mediante un acto definitivo la doctrina que debe sostenerse en materia de fe o de costumbres.
2. También tiene infalibilidad en el magisterio el Colegio Episcopal cuando los Obispos reunidos en

lunes, 12 de septiembre de 2016

Cuestión 10: Los signos de la Revelación




Cuestión 10.1-2. Expuestas en clase.

10.1. Textos bíblicos: Mt 11, 20-24; Jn 6,26 muestran el principio “de fondo”.
            - Mt 12, 38-42: lo importante es estar atentos al kerigma y a la sabiduría de Jesús.
            - Mc 2, 1ss; Lc 17, 12-19 muestran el mismo principio, en lo concreto.


Cuestión 10.3. Cristo, signo por excelencia de la Re­velación.

1. La importancia del "ver" con relación a la fe, según el NT.

            La fe es, en definitiva, la respuesta a la Palabra que Dios dirige al hombre acompañada por sig­nos que la acreditan como digna de ser creída. “¿Cómo creerán en Aquel a quien no han oído? ¿Cómo oirán sin que se le predique?” (Rm 10,14). Pero sabemos que esa predicación apostólica se genera en la experiencia de los que como Juan pueden confesar: “lo que hemos visto con nuestros

Cuestión 9. Finalidad de la Revelación



FINALIDAD DE LA REVELACIÓN.[1]

   La vía de la finalidad es la tercera vía sugerida por el Con­cilio Vaticano I para llegar a la inteligencia de los misterios cristianos. Buscamos ahora la inteligibilidad del misterio en su causa final.
   Podemos considerar la revelación desde el punto de vista del hombre o desde el punto de vista de Dios. En perspectiva tcocéntrica, diremos que la revelación está ordenada a la gloria tic Dios; en perspectiva antropocéntrica, afirmaremos que está ordenada a la salvación del hombre. Pero es sólo cuestión de perspectiva, porque el hombre alcanza la salvación, glorificando a Dios; y, salvándose, glorifica a Dios.


I. LA REVELACIÓN ESTA ORDENADA A LA SALVACIÓN DEL HOMBRE
La revelación está ordenada a la fe, y la fe, a la salvación. La finalidad de la revelación, desde un punto de vista antropocéntrico, es la salvación del hombre; en términos más posi­tivos, la visión, la participación en la 


martes, 16 de agosto de 2016

Cuestión 8b – Testimonios romanos y judíos sobre Jesús y los cristianos.




1.  PLINIO, el Joven, en el año 112. 91
En el año 111, el emperador Trajano envió a Bitinia -provincia del Asia Menor- un legado suyo, el procónsul Plinio el Joven. Este trans­mitió una carta al emperador Trajano interrogándole sobre la conduc­ta a tener con los Cristianos. Plinio declara que la investigación que ha llevado a término le ha mostrado que el cristianismo es una gran supers­tición. Por lo que respecta a las prácticas cristianas existe un único punto significativo: "se reúnen antes de salir el sol, cantan himnos a Cristo, como si fuese dios" [essent soliti stato die ante lucem convenire carmenque Christo quasi deo dicere] (Ep. X, 96,7)92. Este texto atesti­gua, de forma neta, el culto a Cristo pero no precisa más. La expresión Christo quasi deo parece indicar que, para él, Cristo no era un dios como los que adoraban los otros hombres. No sin razón, ya hace años el escri­tor judío J. Klausner subrayó el notable valor de esta carta como docu­mento sobre el cristianismo en cuanto movimiento religioso. Es evi­dente, a su vez, que el texto no es independiente de la tradición cristiana primitiva, ya que fue a través de interrogatorios a cristianos como Plinio el Joven conoció lo que comunica a Trajano93.

2. TÁCITO, hacia el año 115
Se trata de un testimonio romano más explícito, nada favorable a los cristianos, en ocasión del incendio de Roma del año 64, en el cual explica que: "para cortar de raíz este rumor (de que Nerón había incen­diado Roma), pretextó unos culpables: personas odiadas por sus deli­tos, y a quienes el pueblo llamaba cristianos. Y los entregó a los más refinados castigos. El fundador de este nombre, Cristo, había sido eje­cutado, bajo el gobierno de Tiberio, por el procurador Poncio Pilato. Pero la detestable superstición (exitiabilis superstitio), reprimida por el momento, volvió a resurgir" (Annales XV: 44,4s.). Es de suponer que Tácito no verificó lo que dice sobre Cristo y Poncio Pilato, dado el tono despreciativo con el que habla de la "detestable superstición" de los cristianos. Probablemente se remite a relatar lo que los cristianos mis­mos afirmaban y recuerda tres hechos históricos de peso: la ejecución de Jesús por un suplicio romano; el procurador Poncio Pilato; y el ori­gen judío del nuevo movimiento religioso94.

3. SUETONIO, hacia el año 120
En su Vida de Nerón, Suetonio menciona la persecución de los cris­tianos, pero no dice nada sobre qué reclamaban. En su Vida de Claudio habla marginalmente de la expulsión de los judíos de Roma y señala que Claudio: "expulsó de Roma a los judíos que, bajo el influjo de Chrestos, no cesaban de agitarse" (ludaeos impulsare Chresto assidue tumultuantis Roma expulit: XXV,11). Los Hechos de los Apóstoles nos recuerdan este mismo decreto: "Pablo encontró en Corinto un judío llamado Áquila, que acababa de llegar de Italia a causa de un edicto de Claudio que ordenaba a todos los judíos que se alejasen de Roma" (Hech 18,2). Áquila es considerado un judío discípulo de Jesús. La insurrección de la cual habla Suetonio y que tiene origen en un "cierto Chrestos", ¿no podría reflejar una querella interna de la comunidad judía de Roma donde los partidarios y los adversarios de Cristo se oponían? La iden­tificación de Chrestos con Cristo es común actualmente, ya desde E. Renán (1869), seguido por M. Goguel en campo protestante, J. Klausner en campo judío, L. Duchesne y P. Battifol, entre los historiadores católicos clásicos95.

4. FLAVIO JOSEFO: un escritor judío habla de Jesús
Tácito, Suetonio y Plinio hablan de Cristo, en cambio el judío Flavio Josefo habla de Jesús siendo el primer y más importante "testi­go" de la vida y de la actividad de Jesús. Ahora bien, ¿lo cita una o dos veces? Veamos en primer lugar, la cita que no comporta dificultad, texto redactado entre el 93/94:
"Después de la muerte del procurador Festus (año 62) y antes que su sucesor Albinus llegase, el gran sacerdote Anan reunió un Consejo ante el cual hizo presentar Santiago, hermano de Jesús, llamado el Cristo y algunos otros. Le acusó de haber vio­lado la Ley y les condenó a ser apedreados" (Ant 20: IX,1).
Precisamente en la epístola a los Gálatas, Pablo habla de "Santia­go, hermano del Señor" (1,19). Normalmente se piensa que se trata del mismo personaje que se encuentra en Hech 12,17; 15,13 y 21,1896. Pero el interés de este primer texto de Josefo es su mención de Jesús. Pero ¿quién era este Jesús? Esto nos lleva al escrito más famoso de Flavio Josefo, conocido comúnmente como el Testimonium Flavianum. Pocos textos históricos han sido más frecuentemente citados, más apasiona­damente rechazados y denunciados como falsedad literaria, o defen­didos con fuerza y editados con cuidado, que el llamado Testimomum Flavianum, un breve texto que habla sobre Jesús en Antiquitates Judaicae XVIII, 4.397.
Tal como afirma el judío S. Pines, editor de la versión árabe de este texto, si es auténtico, contendría el testimonio más antiguo sobre Jesús, escrito por un hombre que no era cristiano98. Tal afirmación, escrita en 1971, tiene una gran importancia y ha replanteado de nuevo este impor­tante testimonio, ya que hasta entonces parecía muy difícil, por análi­sis interno, que fuera auténtico. De hecho el descubrimiento de S. Pines aporta una respuesta a ciertas aporías que presenta el texto de Josefo más conocido. En efecto, existe otra recensión diferente del Testimonium que poseemos, que se encuentra en una obra árabe del siglo X, la Historia Universal de Agapius, obispo melkita de Hierápolis en Siria. Veamos ahora el texto original propuesto y en paréntesis recogeremos los complementos del texto tradicional del Testimonium Flavianum:
"En esta época vivía un hombre sabio, llamado Jesús [si se le puede llamar un hombre], cuya vida era perfecta y realizó obras admirables (='paradoxon'): sus virtudes fueron reconocidas y muchos judíos y paganos se hicieron discípulos suyos [era el Mesías-Cristo]. Pilato le condenó a la muerte en cruz [los que lo habían amado durante su vida no lo abandonaron después de su muerte]. Los que eran discípulos predicaron su doctrina. Afirmaron que se les había aparecido como viviente después de tres días de su pasión [se les apareció como viviente y resucitado al tercer día, tal como los santos profetas habían predicho que rea­lizaría milagros. Es de él, donde los Cristianos que encontramos aún ahora, han sacado su nombre}. Quizá era el Mesías acerca del cual los profetas habían contado tantas maravillas... Y hasta hoy día existe la comunidad de los cristianos que se denominan así en referencia a él".
Pueden advertirse notables diferencias, así no se encuentra la frase "si se le puede llamar un hombre"; no se dice que "se les apareció" sino que "afirmaron que se les había aparecido"; no se añade que "era el Mesías-Cristo", sino que "quizá era el Mesías-Cristo". Como se pue­de observar estos puntos son los que precisamente creaban dificultad para aceptar la autenticidad de este Testimonium Flavianum. Es por esto que la hipótesis del historiador judío S. Pines parece verosímil y es significativa para la imagen de Jesús de Nazaret en el ámbito judío, no cristiano.
En efecto, el texto de Flavio Josefo confirma, no solo la historici­dad de Jesús, sino que a su vez atestigua que entre los mismos judíos gozaba de reputación como hombre sabio y virtuoso. Además mues­tra que Josefo conocía la fe de los cristianos en la resurrección. Un punto final es interesante tener en cuenta: mientras el texto tradicio­nal implicaba a los judíos notables en la condena de Cristo, la versión árabe -probablemente la más original- ¡carga toda la responsabilidad en solo Pilato!99.
En definitiva, aparte del testimonio más relevante de Flavio Josefo, lo que los escritores romanos citados nos dicen sobre Jesús es bastan­te reducido, y si exceptuamos Tácito, tan solo nos muestran la exis­tencia de comunidades de creyentes que se referían a Cristo. La pobre­za de estos datos tiene también sus analogías. Así, por ejemplo, Herodoto habla de la religión de los persas sin nombrar Zoroastro, y Dión Casio narra la revuelta judía bajo Adriano sin escribir el nombre de Bar Kojeba. Es evidente, además, que antes que una religión sea un acontecimiento histórico visible, los historiadores no pueden hablar del fundador de esta religión, y esto para el cristianismo no sucedió hasta el primer tercio del siglo II. Por esta razón, aunque "es poco" cuanti­tativamente lo hallado, podemos afirmar ya "es mucho" para la con­firmación de la existencia histórica de Cristo100.
Concluyendo, pues, y a pesar de su austeridad, las noticias de estos autores sobre Jesús -especialmente Tácito y, sobre todo, Flavio Josefo- nos confirman su historicidad y permiten controlar distintas datos de la tradición cristiana primitiva que se pueden resumir así:
  1. Un cierto "Cristo", originario de Judea, que realizaba mila­gros ["obras admirables": flavio JOSEFO], fue ejecutado por el procurador Poncio Pilato (años 26-36,) bajo el principado de Tiberio [cf. TÁCITO; flavio josefo] ;
  2. Hacia el año 50, los judíos en Roma se querellaron bajo el nom­bre de Chrestos [cf. SUETONIO];
  3. En el año 64, Nerón persiguió y ejecutó seguidores del Cristo [cf. tácito y suetonio];
  4. Hacia el 93/94, existía la comunidad de los "cristianos" en referencia Cristo [cf. FLAVIO JOSEFO];
  5. En el año 112, hubo una investigación sobre las actividades de los cristianos: se reunían un cierto día a la semana para cantar himnos a Cristo y para compartir la cena en común [cf. PLINIO el Joven].


Notas
91.    Cf. estos autores con los textos citados en, R. Penna, Ambiente histórico-cultural de los orígenes del cristianismo, Bilbao 1994, 295-351, y, más brevemente, P.M. Beaude, Jesús de Nazaret, Estella 1988, 11-18.
92.       Plinio el Joven, Cartas, Madrid 1917, 175.
93.       Cf. J. Klausner, Jesús de Nazaret (1907), Buenos Aires 1971, 58s.; cf. la sínte­sis de G. Theissen, El Jesús histórico, 100-102; sobre la relación con la Eucaristía, cf. J. Jeremías, La última cena, Madrid 1980,146.
94.    Cf. el texto en, Tácito, Anales XI-XVI, Madrid 1986, 244s., n" 471; sobre la validez de este texto, cf. J.P. Meier, Un judío marginal 1, 109-111.110, donde subraya que es "obviamente auténtico".
95.       Cf. el texto en, Suetonio, Vidas de los doce Césares II, Madrid 1968,102s.; cf. la expresión "cristianos" (Hech 11,26; 26,28; 1 Pe 4,16) la cual en el manuscrito Sinaítico de primera mano se lee Chrestianoi y en el manuscrito Vaticano consta como Crístianoi.
96.    Cf. J. Cantinat, Introducción crítica al Nuevo Testamento II, Barcelona 1983, 78-83; P. Winter, Jesús y Santiago según Josefo en, E. Schürer, Historia del pueblo judío en tiempos de Jesús I, Madrid 1985, 550-567.
97.    Cf. la síntesis sobre su interpretación reciente de, L. García Iglesias en, Intro­ducción general a Flavio Josefo, Autobiografía. Contra Apíón, Madrid 1994,58-62 (El "testimonium Flavianum"), y C. Vidal, El judeo-cristianismo palestino en el siglo I, Madrid 1995,36-46.
98.    An Arabic Versión ofthe Testimonium Flavium and its Implications, Jerusalén 1971, 5; cf. R.E. Brown/J.P. Meier, Antioch and R.ome, New York 1983, 100-102.
         99. Cf. la comparación realizada por el mismo S. Fines, An Arabic Versión, 14-73.72, y que concluye así: "According to this hypothesis Jesús was described by Josephus (just as he was by Matthew 1,16) as ho légamenos cbristós not only because his adhe-rents considered that this title was rightfully his, but also because at that time everyo-ne, both adherents and oponents, knew that this was a cognomen peculiar to Jesús"; A.M. Dubarle, Le témoignage dejosephe sur Jesús d'aprés la tradition indirecte: RB 80 (1973) 481-513; Le témoignage dejosephe sur Jesús d'aprés des publications recentes: RB 84 (1977) 38-58.58, donde aporta el testimonio de un nuevo texto árabe, Kttab al-Kafi de un autor del siglo XIII, próximo a Alejandría, que sigue el texto antiguo cuyo valor estaría en que "nous reseigne done, sur la notoriété de Joséphe chez les chrétiens de Syrie"; cf. la presentación de los textos en, AA.VV, Flavio Josefo, Estella 1982, y, sobre todo, el análisis detallado y reciente de J.P.Meier, Un judío marginal 1, 79-108.
100. Cf. M.J. Harris, References to Jesús in Early Classical Autbors en, D. Wenham (ed.), The Jesús Tradition Outside the Gospels: Cospel Perspectives 5, Sheffield 1984,343-368; la síntesis actualizada de C.A. Evans, Jesús in non-cbrístian sources en, B. Chilton/ C.A. Evans (eds.), Studying the Histórica! Jesús, Leiden 1994,442-478, y G. Stanton, ¿La verdad del evangelio?, Estella 1999, 167-173.




Tomado de S. Pié-Ninot, La Teología Fundamental, Secretariado Trinitario, Salamanca, 2001, pp. 361–365.




Cuestión 8: el acceso histórico a Jesús de Nazareth




Cristología Fundamental
Jesucristo y el Hombre: la credibilidad de Jesús de Nazareth.[1]

La Cristología Fundamental está inserta en la reflexión de la Teología Fundamental y busca dar respuesta a las preguntas que nacen alrededor de la persona de Cristo: ¿Quién es Jesús? ¿Por qué Dios se hizo hombre? ¿Jesús ha existido verdaderamente?... Busca responder a un por qué y así fundamentar la credibilidad en Jesucristo, verdadero hombre y verdadero Dios. Estas razones son válidas también para el diálogo con un no creyente.
La Iglesia a lo largo de la historia, mantuvo su reflexión sobre la figura de Cristo como signo y mediador. Él es el centro de la fe y de la Revelación Cristiana. El Concilio Vaticano II dio un aporte importante para ampliar esta reflexión renovando el planteo de la centralidad de la figura de Cristo, no solo como Revelador, sino también como cumbre de la Revelación (DV 2 y 4). Jesús es personal, concreto, pero el mismo tiempo es universal, porque es una Persona Divina. Él es la Palabra universal y definitiva del Padre al mundo.
Para fundamentar su por qué, la Cristología Fundamental emprende un estudio-búsqueda que se puede dividir en cuatro partes: [2]

  1. Introducción teológico-epistemológica: es decir, ¿qué podemos saber desde la fe sobre Jesús como signo, mediador y plenitud de la Revelación Divina?
  2. La memoria de Jesús: es decir, analizar los recuerdos sobre Jesús que conservó la comunidad apostólica, teniendo en cuenta las tres etapas que nos recuerda DV 19 (Jesús, los Apóstoles, los evangelistas). Esto se realiza a través de un estudio histórico, utilizando fuentes de distintos testimonios, como también de ámbitos extracristianos y extrabíblicos.
  3. El testimonio de la Pascua: mostrar la credibilidad de la resurrección de Jesucristo a través de los testimonios históricos de los hechos, las apariciones, textos bíblicos, etc.
  4. El misterio de Cristo: profundizar la importancia de Jesús para el hombre y para la sociedad.

En este resumen sólo consideraremos los dos primeros temas, particularmente el segundo.


1. Introducción teológico-epistemológica

Para empezar esta reflexión sobre Jesucristo, vamos a recurrir a los textos conciliares en particular DV 2: “la verdad intima acerca de Dios y acerca de la salvación humana se nos manifiesta por la revelación de Cristo, que es a un tiempo mediador y plenitud de toda revelación.” Y a través de una lectura atenta del texto bíblico podemos aclarar estas dos definiciones de Jesús:
– MEDIADOR: Cristo es el Hijo amado, en el cual Dios se complace, es aquel que da a conocer y realiza la voluntad del Padre. Jesús es a la vez el mensajero y el contenido del mensaje de la salvación. Y, por ser verdadero hombre, puede ser mediador competente, hablándonos en lenguaje humano.