jueves, 5 de noviembre de 2020

Cuestión 11: Fe y razón. Resumen desde el Catecismo de la Iglesia Católica (CCE)… y algún comentario mío.

1. Contexto

El Catecismo de la Iglesia Católica presenta la revelación divina en tres capítulos sucesivos:

   - el hombre que busca a Dios, pero no puede encontrarlo con sus solas fuerza humanas (CCE 27-49),

   - por eso Dios sale al encuentro del hombre con su revelación que culmina con el envío de su Hijo y con el don del Espíritu Santo… revelación que se sigue transmitiendo en la historia por el Espíritu y la Iglesia (CCE 50-141),

   - una vez que Dios viene hacia el hombre, éste puede responder a esa revelación –que es también una invitación a vivir en alianza con Dios–  con las virtudes teologales de la fe, la esperanza y el amor de caridad.

 

2. El texto de CCE 142-165. Ideas principales.

- Introducción (142-144)

- Abraham y María aparecen como los grandes ejemplos de fe del Antiguo y del Nuevo Testamento (CCE 145-149)

- La fe es una virtud teologal, es decir, establece una relación directa con Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo (CCE 150-152)

- Las características paradojales de la fe:[1]

                   - es una gracia de Dios y es una actividad del hombre (CCE 153-155)

                   - es sobrenatural en cuanto fe, pero implica la inteligencia natural humana (156-159)

                   - es libre, porque no puede imponerse, pero es necesaria para la salvación (160-161).[2]

                   - es virtud del peregrino, pero mira a alcanzar la meta del encuentro con Dios (162-165).[3]

 

3. Fe y razón.

- Desarrollemos los principales elementos de la relación entre fe y razón (CCE 156-159) que son propios de esta asignatura.

   1. La fe es “sobre” la razón, porque es sobrenatural. No es “sin” razón, y tampoco es “contra” la razón.

   2. “La fe y la razón son como las dos alas con las que el espíritu humano se eleva a la  contemplación de la verdad” (San Juan Pablo II, Fides et ratio 1). Con la “sola fe” (Lutero) o con la sola razón no vamos muy lejos.[4]

   3. Creer es un acto del espíritu humano (razón y voluntad) que acepta la revelación de Dios, con la ayuda de la gracia (cf. CCE 155).

   4. Es razonable creer a Dios, pues Dios es Sabiduría y Amor infinitos y no puede equivocarse ni querer engañarnos (le creemos a un buen médico o a un buen profesional que consultamos ¿por qué no creer a Dios que es más competente que cualquier humano?). Y además la revelación de Dios nos da la ayuda de elementos que hay en la historia: 1500 años desde Abraham hasta Jesús, las profecías que se cumplen, los milagros y la resurrección de Jesús, su coherencia y santidad de vida, la duración del cristianismo a lo largo de los siglos (si no estuviera el Espíritu Santo y dependiera de sólo nosotros no hubiera durado ni 20 años…).

   5. La fe es cierta porque el que revela es absolutamente confiable. Pero conserva un cierto grado de inquietud porque no vemos con nuestros propios ojos lo que creemos… y el espíritu humano se queda satisfecho con la evidencia.[5]

   6. Sin pensar no se puede llegar a creer: ante tantas religiones distintas ¿cómo puedo llegar a elegir una si no puedo discernir, si no puedo criticar? Por lo tanto, pensar bien me puede llevar a la fe.

   7. Y llegado a la fe, naturalmente que voy a querer conocer mejor a Jesús y su mensaje: creer me lleva a “pensar la fe” para creer mejor.

   8. Fe y ciencia no pueden tener conflictos definitivos, porque la fe es revelación de Dios y la ciencia descubre cosas en la creación de Dios. Puede haber conflictos temporarios por varias razones: porque desbordamos nuestros campos de competencia (hacer astronomía con la Biblia o hacer teología con el telescopio), o porque algún dato de alguna de estas disciplinas debe ser revisado porque no es correcto.



[1] La paradoja no es una contradicción (círculo cuadrado) sino la contemplación de dos verdades sobre Dios que –vista cada una en sí misma‒ vemos que corresponden a Dios pero que –cuando queremos sintetizarlas en una contemplación única‒ nuestro pobre espíritu limitado se ve desbordado por la infinitud de Dios. O, dicho de otro modo: la paradoja nace de la convicción de que todas las perfecciones deben existir en Dios, aunque nuestra pobre mente no pueda compatibilizar su coexistencia. Que Dios sea, al mismo tiempo, infinitamente perfecto (lo cual incluye el atributo clásicamente denominado “inmutabilidad divina”) e infinitamente amoroso y compasivo nos parece correcto; pero poder conciliar “inmutabilidad y compasión” queda más allá de nuestra contemplación terrena.

[2] Esto no implica que una persona que no tenga una fe religiosa explícita no pueda salvarse porque hay “creyentes implícitos” (cf. LG 16). Al contrario, una persona que está en la Iglesia “con el cuerpo, pero no con el corazón, no se salva” (LG 14).

[3] Con el título que sigue en CCE 166 se abre otra paradoja, en relación con lo que comenzó en 142: “Creo – Creemos”: la fe es una decisión personal, pero nadie se da la fe a sí mismo, como nadie se da la vida a sí mismo: es esencialmente comunitaria.

[4] Es notable que la Biblia nunca habla de la “sola fe”… ni siquiera San Pablo en quien Lutero suele apoyarse. Al contrario, Pablo dice que “la fe actúa por la caridad” (Gál 5,6) y que “ahora subsisten tres cosas: la fe, la esperanza y la caridad. Pero la mayor de todas ellas es la caridad” (1Cor 13,13). Otros textos de Pablo con las tres virtudes teologales: 1Ts 1,3; 5,8; 1Co 13,7; Rom 5,1-5; Rom 12,6-12; Col 1,4-5; Efe 1,15-18; Efe 4,2-5; 1Ti 1,11; Tit 2,2.

[5] En la duda, la opinión y el conocimiento los dos elementos de la inquietud y de la certeza son inversamente proporcionales: en la duda hay mucha inquietud y ninguna certeza; en la opinión hay menos inquietud y hay más certeza; y en el conocimiento desaparece la inquietud porque alcanzamos la certeza. La fe es extraña, en comparación con estos modos del conocimiento natural: tiene total certeza pero conserva cierta inquietud, hasta que veamos a Dios “cara a cara” (1 Cor 13,12).

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